30/8/07

Fontanarrosa o Aira




[Inodoro por Duchamp e Inodoro por O'Keeffe]


Se viene el clásico









Dicen algunos por ahí que César Aira se molesta cuando le dicen: me cagué de risa con tu libro. Y le dan premios al mejor humorista del año. Parece un gran malentendido. ¿Es?

Incluso Aira escribe un libro entero basado en esa molestia.

Fontanarrosa – que recibió ese premio - , bien al contrario, hizo conocida una declaración diametralmente opuesta. Su mayor satisfacción como escritor es cuando le dicen: me cagué de risa con tu libro.

Vamos viendo que le encontramos un nuevo opositor a César. Con la desgraciada muerte de Roberto advendrá un golpecito de dados seguro.

Sacamos a Piglia y ponemos a Fontanarrosa.

Vamos con Aira. Se ha declarado como un escritor no serio, tal su oposición de principios con Piglia, que es el más encomiado canonista de Macedonio; pero probablemente, hoy visto, más amigo de lo canónico que de lo fernandeciano mismo. Dejémoslo ahí. Sin embargo César desacredita la risa en cuanto carcajada, descree de los escritores que quieren hacer reír porque le perece un espectáculo deplorable cuando eso no se logra. El verdadero ridículo del payaso. El ridículo del payaso acaece cuando no hace reír con todo el afán de querer lograrlo. Su leit motiv es “la sonrisa seria”. Es el acontecimiento por excelencia para Aira. “El Volante” lo atestigua por si reclaman fuentes.

Piglia, que ejerce un sacerdocio institucional con Macedonio, es anticómico por excelencia. Curioso. Tiene momentos de ironía. Pero es otra cosa. Irónico es un escritor en general. Macedonio fue irónico con los filósofos, como filósofo. Su gracia y su valor agregado en la letra, su plusvalor delegado, estuvo mucho más allá de la ironía, probablemente en las antípodas. Como Macedonio ha sido una moda asaz manoseada en su medio desde el principio, César no lo evoca; de eso se encargaron pilas de presuntos continuadores poco creíbles. Sin embargo hay una transmisión evidente, telefónica, para la que basta la sola invocación del nombre de su maestro, O.L.; en el criterio de esta casa editorial, el verdadero continuador del Innombrable, del Patriarca Ácrata, del Capo Total. Se sabe lo que significa: el que aceptó el desafío lanzado por Autor: seguir escribiendo la Novela. Aira prefiere la seña de alabar – con continencia - a Borges, que sirve como modo de cortar con esa cadena que sin embargo existe. Con más pudor que la máquina del canon Piglia, muy cierto. Borges cultivaba lo que se llama la ironía. Como mensaje subliminal al asombroso maestro, enseñó a profesar el desprecio por el recurso al chiste en una famosa referencia a George Bernard Shaw. Fontanarrosa al contrario es un riguroso profesional del chiste. Algunos de sus cuentos son una auténtica máquina del chiste.

El triunfo de Roberto Fontanarrosa es el fracaso de Aira. Efectivamente, les doy de leer Aira a mis amigas y me responden: cómo me cagué de risa.

Antes Fontanarrosa era un humorista. Hacía un chiste gráfico en Clarín, una historieta en la Hortensia, y presidía con sus singulares dibujos toda publicación rosarina ávida de un aval a escala de exportación. Pasó a ser después un humorista que escribía.







Antes Aira era un escritor, que venía de la pesada pesada (como conceptuó ese escritor asustado llamado Bolaño), transustanciada de apoco de los 80 a los 90 en el Canon Glorioso de los… en fin…académicos. Nuevo retador para César. Aparentemente flácido y simpático, y probablemente, aunque no parezca, más difícil de noquear que Ricardo Piglia.

¿Perdió Piglia?



Alguien escribe en Rosario y publica en Buenos Aires. Alguien escribe en Buenos Aires y publica en Rosario. Y todos ríen. Uno dice que ese es el fin de su vida, la mayor gratitud. El otro no lo puede entender, queda perplejo, se molesta, dice es un malentendido.

¿Primero reír después escribir? ¿O primero publicar después reír?
O bien…


¡Acá tenemos el polo Académico-Mercantil! Dos manufactureros a escala superlativa de volúmenes para las dos corporaciones escasamente en pugna que monopolizan la “letra nacional” flagrante: el “Mercado” y la “Academia”. Buh. Dos polos que se están tocando de una manera… ¿extraña? Dos herencias desperonizadas en los polos de la…letra peronista. Una de Soriano otra de Lamborghini. Flores contra Arroyito. El Pumper contra El Cairo. El trabajo de Arlt y el antitrabajo de Rimbaud. Raro. Vienen de palos que son totalmente distintos y a 30 años de carrera terminan encontrados coronados como los más extraordinarios reveladores literarios del ángel del presente, de la actualidad épica, por no decir epocal. Los homeros irónicos de la argentopeya posmomediática. Tevecentrista. Parece que se los vindica consensuadamente como los grandes intérpretes de las nuevas condiciones del relato de la vida social - de la lengua (No hay sociedad, hay lengua). El hijo del peronista clandestino par excellence y el del peronista mediático per se disputarán el nuevo superclásico, lo prometo. Piglia que le pelee a Dolina, en el futuro. Por el ascenso.


(O mejor Humanidades contra El Cairo. Más que el superclásico… Aira sería el Contrafontanarrosa de Ñuls (se sabe que los nerds suelen ser de N.O.B. por estos pagos). Porque en definitiva estamos ante un clásico realmente rosarino.)





28/8/07

Estado de la Causa al Día 28 de Agosto de 2007




La situación entiendo que es ésta: M ha sido finiquitado por la crítica literaria, ultimado aun con estupideces consabidas y falsas. Desde los años setenta, o sesenta, la crítica profesional, omnímoda, extendida entre la teoría el comentario y la ficción y entre los polos presuntos del mercado y la academia agotaron – es una impresión imperante – la cuestión M. En el plano de la literatura en acto, vigente, el imperio de A pone inevitablemente a M en el cajón de la historia, de la lengua muerta, de la herencia del abuelo. Curiosamente, con el imperio de A en la literatura parece comenzar a emerger la acción residual de M en otro plano: se le puede llamar la filosofía. El escritor argentino actual es A; emerge en los noventa, está consolidado, y no se sabe qué durabilidad le espera a un sujeto menor de 60 años de edad. El filósofo argentino ya parece ser M. Cómo no lo puede haber en vida, por razones de división del poder mundial, porque la nación no es Francia. E.E.U.U. ni Alemania, lo es a más de medio siglo de muerto. Parece que la reserva filosófica de la Argentina está básicamente ahí. Nadie se atrevería a firmar esto; pero así es. Esto podría ser una revolución inminente. Estamos a las puertas de una revolución nacional de alcance por fin mundial y los operadores de prensa del emismo, los agentes culturales que tramitan su legado y cultivan su honor pueden ser, en muchos casos y al contrario, conciente o involuntariamente – es lo mismo – actores efectivos de la reacción contrarrevolucionaria. Esto está escrito.



27/8/07

Por una Crítica Idiota




¿Éste es o se hace?
En vez de ¿cómo opera? – esa desgracia todavía obligatoria que le debemos al bueno de Gilles Deleuze – o de la clásica ¿qué quiso decir?, binomio inquisitorial demarcatorio que separa – digamos – al mundo de los académicos del mundo de los ingenuos, reaparece esta nueva aporía. La trae de vuelta Aira pero sabemos de quién viene, del Zaddik. Del Budadá. Se introduce con una ruptura de un pacto general que mantiene a la normalidad literaria más allá no de bienes y males sino del genio y del tonto. Es la reposición ante un extremismo. Instala la duda axiológica ante dos cabos polares. Pone al lector ante la obligatoriedad perentoria de un decisionismo jacobino. No hay to meson posible. Es al todo o nada, pero también puede ser todo y nada. Se puede estoicamente suspender el juicio, pero será un juicio suspendido sobre todo y nada. La quiceidad. Quizagenio, quizagil. Por qué un escritor, un firmante, puede querer ir al riesgo, al muere, de amenazar ponerse en el lugar del… ¿boludo? Se sabe que fue un axioma de una moral de la literatura argentina en los años 70: hay que sacar al artista del lugar del boludo. Como dijo
alguien: seamos realistas: pidamos lo imposible. Y se logró ese imposible a base de un realismo absoluto, si es que se trataba de dar vuelta a un – supuesto – Idealismo Absoluto. Se logró un arte de la fuga paranoico, con ese propósito. Pero la huida hacia delante ¿no es otra cosa? Como decir si una crítica idiota es la que puede enunciar anunciando “Paranoia y Azar” o, todo lo contrario ¿la que ni puede enunciar? El método crítico-azaroso… un criticismo parazaroico, en fin. Límites de la mímesis de la mímica. Espejeos de significancia, anamorfosis en menuzos, y de la ambigüedad de la autoridad al solecismo del Amo. Criticar como si nadaEl efectismo en el texto supone una ética que escapa a la escritura: todo escapa a la escritura. No hay escritura; nuevo dictamen. ¿Hay una correspondencia, una coparticipación entre aquel imperativo (sacar al…) y el dilema extraexegético ¿es o se hace?? El texto es una simulación en la lucha por. Entender, he ahí el no sentido de la vida. Creer no entender ¿qué es eso? No hay que sacar al genio del lugar del idiota. Y sacar al boludo del lugar del artista. Maniobras distractivas mediante por las que veo al lector oliéndome. Hay una tradición occidental para el lugar del idiota. Podría ir de los griegos a Descartes a Dostoievski en adelante. El lugar del boludo no, es una tradición del escritor argentino, quedar sujeto al lugar de supuesto boludo, o sea estar su puesto en el lugar del sujeto boludo; el sujeto supuesto genio idiota podría ser una fuga (paralítica o no) de aquel sino. Sabios modelos como Zizek enseñan a la gente lo que siempre se supo: nada mejor que hacerse el idiota para disimular que se lo es. ¡Cómo opera!


16/8/07

Ni Edad ni Porvenir



(No soy de aquí ni soy de allá)



Alguien ubica a Rosario en dos sitios que pocamente le incumben. En el litoral y en el centro. (Jorge Panesi, “Rojas, Viñas, y yo”. La crítica literaria en la Argentina. La Biblioteca. 2006).
Suponiendo que he vivido, he vivido casi toda mi vida en Rosario. Nací, efectivamente, entre el Río y el Centro. En el barrio Martin. A unas cinco cuadras del río –como mucho – y unas diez o cinco del centro. He vivido siempre a menos de mil metros del afamado barroso río marrón. Sin embargo para meterme al agua debía viajar – en mi época – hasta, casi, la otra punta de la ciudad, una hora de colectivo. Nunca en mi vida vi el río. No existe, salvo para los que pagan los inalcanzables lofts de los nuevos edificios de 40 pisos que – a ese fin precisamente – cada vez tendrán que ser más altos. Rosario es Buenosayres. Pero. Rosario es Buenosayres sin Centro. Sacadle el centro a Buenosayres – signifique lo que signifique, o lo que significare -: y es Rosario. No hay mejor definición. Ir al río para un rosarino es un acto turístico como para un brasileño, un cordobés, un porteño, o un hindú. Recién en estos años, en que se desmanteló casi todo el puerto, se le quitó el velo al río. Era solamente un fantasma que se manifestaba a través de una energía desagradable, asesina, e invisible. Se la llama “humedad”. La humedad es rosarina. Ahí Cerati se equivoca. Corresponde mucho más a la de los pobres corazones que a la ciudad de la furia. La furia rosarina está siempre empobrecida por esa entidad nefasta, la humedad. Y por no ser, no obstante, Buenosayres. Porque no pasa nada. Por el sin Centro. Porteños sin Buenosayres, algo así. Hoy el río se visibiliza; pero, primordialmente, como una postal. Una postal viva. Viviente.
Además el río es entrerriano.
Tengo enfrente de casa una isla, con una playa inmensa. A la que nunca puedo ver. Y que es Entre Ríos. Curioso. Porque hasta hace poco tiempo para ir a Entre Ríos había que ir hasta Santa Fe, todo un viaje (Santa Fe también es otro lado). ¿Cómo es posible que Entre Ríos haya estado a 15 cuadras de mi casa y para ir allá hubo siempre que hacer un viaje tan largo? Misterio.
Entre Ríos siempre fue algo que quedaba lejos. Humanidades y Artes sí está en el centro. Y en Entre Ríos pero en la calle. En la calle Entre Ríos. Allí donde aconteció el Fin del Mundo en 1993, o sea el año en que uno – yo – comenzó a estudiar ahí. Hubiera preferido nunca tener que atravesar ese centro para estar allí. Buenosayres, al final, no es un país – retruco al poeta – pero la República de la Sexta sí, y yo no soy ciudadano del mundo. Nací después del fin del mundo y vivo en La Sexta. Lo más cerca que hay en La Sexta es un verdadero fin del mundo, o culo del mundo: La Siberia. ¿Cómo no respirar por la paradoja? La Siberia siempre estuvo cerca. Dostoievski o Freud. Freude es contento (satisfacción placer goce) pero Froid es frío. Frío húmedo. Como el sueño. Es como ser sudamericano y que nieve. No soy del Centro, ni siquiera soy del centro de Rosario. Perplejidad y temor de un joven provinciano ante la doctrina de que no hay yo, esa es mi Patria. Haber vivido toda la vida a 20 cuadras del centro, puede parecer una deficiencia menor, una excentricidad menor. Es un mundo; una falta de mundo. Tanta como los 300, 304, u 8, a Buenosayres. Parece poco. A Aquiles también le parecía poco. ¿El litoral?
Háblenme de Heráclito, de Zenón; esa es mi gauchesca. Pero ¿el litoral? Suena a gente extranjera, como los brasileños, los persas, los cordobeses (cito de nuevo al poeta): Juanele, Saer, esas cosas. Esas cosas morosas; lejanas.
Me río. Del río me río. Nunca tuve piragua. Odio remar. Los porteños ¿son del Tigre?



Quizabobo

12/8/07

Savonarola Come Güevitos Kinder


(Slavoj Zizek. “EL Títere y el Enano. El núcleo perverso del cristianismo”. Paidós. Bs.As. 1º EDIC. 2005.)



No tengo religión, tengo ansiedad”.

Calamaro






En ciertos amplios sectores de la cultura argentina se da por entendido que el lacanismo es un sistema de guiños para denotar al menos una mínima cuota de sabiduría indispensable para moverse por ciertos circuitos reputados. Como una clave más o menos secreta para pasar a algún lado no apto para todo público. El lacanismo, también, es una sabiduría de bolsillo. Es un mecanismo, un mecano, de pequeñas operaciones dialógicas, socratosas, pero probablemente más emparentadas con cierta viveza local que puede remontar su genealogía a un famoso personaje del Martín Fierro que supo simbolizar el reverso de una sufrida rebeldía matrera, o a, más famosas aún, operaciones orales de un finado presidente de casta asimismo castrense. Cuando uno se ve en apuros la puede hacer mágicamente aparecer como operativo ad hoc de salvataje. Si a eso le agregamos algunos maquillajes, alardes de un conocimiento profundo del asunto, horas cátedra, títulos de temibles universidades conspicuas, presunto plurilingüísmo, bizantinismo hipertécnico posescolástico, zas ¡las minitas sicobolchesóficas caen en tus brazos! ¿Pero quién quiere eso? ¡Las cambio por una modelo! Por una…ah…¡Zizek! ¡Sisex!...

Para mí (en fin Merleau Merleau) este libro de Zizek es la transposición al texto del ideario normal y permanente, y tácito claro, del mundo universitario: el encomio más o menos sutilizado del cristianismo y del perverso, que son lo mismo; los dos haces de lo mismo: “la emocionante aventura de la ortodoxia”, capítulo dos. Encuentro – también – de Lacan con el “Discurso Universitario”, neototalitarismo (¿Light?) muy de esta época. Tiene la atmósfera bipolar que ahogaba a tanta gente cuando vivimos internos en la Anoversidad Falosófica Rozarina allá por la Era Menemista que regía en toda la patria salvo allende el portal heroico-milagrero de la calle Entre Ríos: medio terrorismo para los lacanianos, medio terrorismo para los troscos. De un lado de la puerta (o del espejo): Menem. Del otro: Stalin.

En el patio: hacerse el jipi con carrera pagada por papá hasta los 30.


Nooo, es una broma. Todo es una broma.

Tómenlo con calma.

Conozco a los estúpidos que piensan así. Rosario está lleno. Un día dejan el gimnasio y de salir a correr, dejan el rocanrol, o a Central, y se van a militar un par de años a algún grupúsculo de Humanidades.

Después vuelven…Seguro.

Y pasamos nosotros del gym a Venceremos…

Vos estás atravesado por discursos…nos decía una adusta Priora de la Siberia a la que le resultaba insoportable nuestro peinado con flequillo “mediático”. La saqué en medio de Berlín y le dije: y vos por una de estas, pelotuda. Y a mí qué… Y sí. Todos un día nos vamos con Savonarola Zizek, otro volvemos con Fernando Peña. La filosofía es siempre un modo de organizar eidéticamente un Odio al Mundo, que es un objeto parcial.

Para Zizek, el amor sólo existe entre tortolitos del Santiago Pampillón (v. p. 57)

No me extraña. Son los argumentos de los neocristianos. De los posmomarxistas. Los platónicos bah: cristianos y perversos. Un monopolio de la hipocresía que termina con probabilidad en A.T.C. (ex A.T.C). Entonces sí: fidelidad: aunque sea al Desastre: hagámonos los cínicos, hagámonos los Trasímaco, los Baudelaire, los Charly… ¡Los verdaderos monjes somos nosotros! ¡Siiii! Mejor entonces…

Una imposibilidad de hacer que creemos. O sea, hay que alterar la máxima macedoniana entonces.

¿Combatiendo al capital? No: decostruyendo a la decostrucción[1].

La técnica Zizek es: lacanismo cosmológico, chistes eslavos, carnet marxista de fondo, cine y simpatismo tipo Laercio sazonando el embrollo, y reversión automática del mundo bajo el signo del ¿Y si?: ¿Y si los posmos fueran los verdaderos creyentes? ¿Y si los cristianos fueran los ateos? ¿Y si A no fuera A? ¿Y si todos los sordos no fueran...

Se puede leer como un buen manual lleno de normas de conducta para el buen estudiante de filosofía que, un día, decide definitivamente distanciarse del resto de los mundanos decadentes y mutantes.

Hay que leer a Zizek.

Hay que querer Cambiar al Mundo. Casarse con una camarada o compañera. Hay que analizarse.

Hay que recibirse e ir a congresos. Ligar una beca. Dejarse la barba. Un poco de panza si es posible. Y también hay que ser piolas che. Ver cine, hacer moralejas pedagógicas con películas, comer huevos Kinder.

Los borgelacanos de parabienes: mezcla de Chesterton con Jacques.








[1] Entre los temas de Zizek, por supuesto, está el que se publica como desvelo primordial, ejemplar, de toda filosofía comunicada en estado público: la perplejidad ante el asequible hecho de que el mayor filósofo del siglo haya sido un reverendo hijo de puta. Quisiera traducir al idioma de nuestra vida permanente el quid de esa cuestión.



¿Es posible afirmar, de manera no obscena, que el holocausto no es nada en comparación con la catástrofe del olvido del ser?” (212)









10/8/07

Deleuze Criollo


Algunos incidentes.



I



“La Máquina Deleuze” trae al principio un texto que ya naufragaba por Internet hacía un tiempo. Se llama “Deleuze en la Argentina” y por cierto narra los avatares de la “recepción” de ese proyectil metafísico en la Pampa Húmeda y conurbanos. Encarna uno de los hábitos verificables del investigador nativo actual, la historia de las recepciones. La Argentina como el País de las Recepcionistas.

Se parcelan cuatro períodos: lopezrreguista: 73-76, procesista: 76-83, alfonsinista: 83-92, y el Hoy posmenemista.

Una frase de Pavlovsky lo compendia todo: “Acá ocurrieron dos desgracias: una, la dictadura; otra, los lacanianos”. Los dos adversarios del delecismo en la Argentina – cabe la aclaración: para los delecianos – quedan configurados.

Pavlovsky, Baremblitt, Abraham, Perlongher, Pauls y otros menos famosos son los animadores locales del espectáculo especulativo deleciano. Los importadores. Actores, dramaturgos, antifilósofos, poetas, periodistas-novelistas, lo mismo da.

La desaparición de la dictadura militar no supuso la extinción de los Dinosaurios del Significante pero sí abrió las compuertas para un desembarco paulatino de la causa Deleuze en los medios y la nueva Universidad argentina, hoy vetusta. Esclerótica. De mediados de los 90 a hoy muere Gilles y nace el macrodelecismo argentino con un par de libros de harta circulación, la inundación actual de máximas delecianas en la Web y, 2006, “La Máquina Deleuze”. Fueron – rematan los autores del informe – los “saberes que se encontrarían en el polo opuesto a la filosofía” “las disciplinas que han sido más receptivas con la teoría de Deleuze”.

El presente pues que plantea el artículo es el del afincamiento filosófico nacional de Deleuze, que es de esperar que llega para irse, huyendo con su habitual arma en la mano, en parte gracias a las bienvenidas dadas a sus antagonistas supervivientes que, mucho menos nómades de escritorio que el propio Deleuze, viajeros como buenos cartesianos, se tomaron el trabajo de llegarse hasta la Patria de cuerpo presente, con todos sus órganos adjuntos, para darles revancha - ¡y revancha filosófica! - a la ingente secta lacaniana del cono sur. Badiou y Zizek, claro.



II



A la lista del artículo susodicho yo agregaría dos que conozco: uno Spinetta, declarado lector fucodeleciano de larga data – según incluso el testimonio de Fito Páez, a quien introdujo en el gueto allá por “La la la”- que lanzó su “Artaud” más o menos en paralelo con el de Deleuze-Guattari, aunque siempre pareció un Artaud todavía demasiado bretón. Otro, por supuesto, fue Osvaldo Lamborghini – también homenajeado por Fito en algún disco, me dicen-, más famoso por el combinado explosivo “Lacan con Macedonio” como dicen algunos amigos de lo explícito, que llevó – hay que decirlo – a Lacan hacia zonas poco queridas por amigos de la resignación y de Masotta, a una especie de revés del sicoanálisis (sólo a G. García se le puede ocurrir que eso era una parodia), codeado afuera de la clínica y sus asquerosos secretitos, expulsado al mero descampado de la escritura. Al – diría el extinto profesor Libertella – lugar del escritor “patógrafo”. Seguramente estuvo cerca de los utopistas invertidos que creyeron que un sicoanalista podía ser un Artaud, según denuncia en estos aburridos días el enojoso profesor Ritvo, profesor y transferente de esta triste jurisdicción
[1]. Recordaremos una escena textual narrada por su probable amigo - o enemigo más bien – Germán García, a la sazón co-equiper de “Literal”, aquel que ya citamos diciendo que el héroe del Antiedipo – el Esquizofrénico ejemplar – era un idiota que imploraba por que se le reconociera un saber[2]. Germán le llama “Artaud de las pampas, Genet de Constitución, Nietzsche de la esquina, Sade de matrimonio con problemas” y narra con su preferida ironía proneurótica cómo el Pibe Barulo dejaba a su ídolo Masotta por el Antiedipo o a Lacan con Arlt por Deleuze con Macedonio:


“Era en Barcelona, donde había aterrizado de sorpresa y donde amenazaba quedarse. Era el año `82, quizá `83. Yo había decidido romper nuestra amistad en 1975, después de escuchar una confesión cínica que no transcribiré. Y desde aquella fecha no sabía nada más, excepto aquella aventura de una Escuela Freudiana de Mar del Plata donde Osvaldo Lamborghini era el único integrante. Desde Mar del Plata mandaba cartas a la Escuela Freudiana de Buenos Aires (…) donde decía ser “M. Bonaparte, la mujer con pene” y firmaba “el agrimensor”. Era la histeria, era la lectura de Deleuze y Guattari donde había embarcado a unos desdichados que preferentemente se acostaban del lado de la neurosis obsesiva”[3].

Como previene Germán (cuyas letras se diferencian de las de su eneamigo, en todo caso, por proponer un Lacan-con-Macedonio sin-Deleuze), Lambo se adelantó a Gilles en eso del harto de Artaud (Cf. Idem p. 43, loco) y lo ante-puso ahí a las puertas de eso que tanto temen los badiuístas: el terror el simulacro la traición el desastre (para el caso: “por encargo”, una ética de: la escritura). Pues si no hay que olvidar que Lacan – con toda razón – decía que era un sicótico – (que él mismo, se entiende, Jacques-Marie Émile Lacan, era un sicótico), Deleuze dijo que nunca había visto a un esquizofrénico en vida y amenazó que se pasaba para el bando de los paranoicos.

Si no puedes contra ellos…







[1] “Éxodo”. “Estado del psicoanálisis en la Escuela de Filosofía U.N.R.”. Abril. 2007.

[2]
“Gombrowicz. El estilo y la heráldica.”

[3] “Fuego Amigo” p. 46.



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...